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Mi poderoso cerebro

Cuando eres madre joven de tres soles radiantes, un diagnóstico de cáncer cerebral -astrocitoma cerebeloso- en etapa cuatro, sin explicación alguna, sin síntomas más allá de dolores de cabeza esporádicos, te rompe el alma en mil cantos. No tienes aire, la angustia corroe desde la médula hasta la piel, imploras a Cristo con toda la fuerza que te resta y vives de rodillas más que nunca porque reconoces que así es que se ganan las mejores batallas.

Sin embargo, hoy, a casi cinco meses de despertar de aquella craniotomía de siete horas que pudo haber destrozado mi esencia, que me dejó hospitalizada casi 20 días, puedo decir que ya aprendí a respirar. Pese a que cohabita el dolor de la realidad, mi agradecimiento por la bondad de Dios trasciende todo.

De una cirugía que pudo haber sepultado mi brillantez y habilidades motoras, hasta caminar, nació una nueva mujer más capaz y fuerte. El mismo día reaccioné para leer, escribir, caminar y decirle a mis hijos que les amo infinito; que no importa la patología, su mamá dragona por ellos iba al mismísimo infierno y regresaba.

Tras el diagnóstico, no hubo momento para enojarme con mi cerebro. No hay forma en la que pueda odiar al órgano que por la gracia de Dios me hizo romper curvas en exámenes una y otra vez; me posibilitó aprender lenguajes de programación a los 25 años; me hizo obtener tres grados universitarios; me permitió leer desde mis tres años. Todo lo contrario. Solo podía susurrarme "si él fue tan poderoso como para hacerme ingeniero de visualización de datos, él soportará la radiación, las Temozolomide, todo. Y lo hará quedando intacto y poderoso.”

El poder de la palabra pronunciada no es debatible. Mi primera fase de tratamiento la vencí llena de salud, amor y vida plena. Nunca vomité tan siquiera. Solo sueño y cansancio. Gracias a Dios que me hizo saludable para subsistir 30 radio terapias y 42 quimioterapias con análisis de sangre perfectos una y otra vez.

En el proceso, repetía: CRISTO YO QUIERO LO QUE TÚ QUIERAS PARA MÍ PORQUE TU PLAN ES PERFECTO. TU PLAN ANHELO MÁS QUE EL MÍO. GRACIAS POR TODO LO MALO Y LO BUENO. GRACIAS POR EXPONERME ASÍ PARA ENTENDER TANTAS COSAS. YA NO VIVO YO, TÚ VIVES EN MÍ.

Y así arranca el maremoto de gratitud que no conoce límites:

Gracias a mis varones amados por ser mi médula y sostén cada día. Por apretarme la mano, por secarme las lágrimas, por besarme la frente y por decirme "mamá tú eres perfecta; tú no te vas a morir.”Por dormir a mi lado cada noche desde entonces; por ser lo más altos en sus exámenes estatales y escolares, por darme honra en el momento más oscuro.

Gracias a mis padres terrenales que me aman más allá de lo posible por no dejarme sola ni un solo día. Madre amada te prometo que cada lágrima que has derramado será transformada en total bendición; que estaré aquí en cada momento trascendental de nuestros peques; que Antonette sabrá quien es su madre, la que la ama desde el primer segundo que supo que existía y luchó por salir adelante contra viento y marea.

Gracias a mis hermanxs Ricardito, Ricar y Damarich, mis cuñadxs Mayela, Bryan y Leroy, mis primxs y mis tías Abigaíl y Betsy por estar presentes abnegadamente. Perdónenme por hacerlos sufrir tanto. Por darles la peor noticia imaginable; por causarles dolor. Siento que soy la favorita de Dios porque ustedes son mi familia. No les cambio por nada ni nadie.

Gracias a mi Iglesia Casa de Pan por ayudarme a reencontrame con Cristo; por la fe; por considerarme un milagro absoluto; por la oración y el clamor de sanidad. Glorivee, Dirva, Abraham, Bethliza, Willvette, Olga, Conchita, entre tantos más: les amo y bendigo por romper el velo que impedía SU presencia en mi vida.

Gracias a mis amistades y hermanxs de la vida: Jeasec, Erela, Janellis, Marilen, Marielis, Giancarlo, Juan Amaro, Sheila, Leeny, Marie, José A. y muchos más. Su fe ha movido montañas; su amor rompe barreras y es mera sanidad. Sé que se han bebido las lágrimas a diario desde que les dije esto. Sé que han pelado rodillas incansablemente, han prendido velas en catedrales por todo el planeta y han suplicado el milagro. Confíen mis tesoros: para quien cree, todo es posible. Ese diagnóstico NED va a llegar y celebraremos tanto y tanto que la fiesta será eterna. Cuando Alan se gradúe ustedes también estarán ahí presenciando que pude estar en primera fila.

Gracias a mis médicos brillantísimos, empáticos y humanistas: el neuro-cirujano que me salvó la vida sin afeitarme la cabeza, Dr. Jay Vachhani; mi radióloga Dra. Catherine Mercado y mi neuro-oncólogo Alfredo Voloschin. A los y las enfermeras del Orlando Health Regional Medical Center quienes soportaron mi ansiedad, mis ataques de pánico, mis corajes, mi llanto y me cuidaron y me bañaron con total afecto y empatía. Gloria a la manos que trabajaron a diario para alimentarme sanamente para que recuperara todo lo perdido. Gloria al personal que desinfectaba mi habitación tres veces al día.

Para el día de San Valentín, 14 de febrero de 2023, yo tenía planificado hacerle un picnic a mis soles amados. Es una fecha en la que solo celebro el amor verdadero, real e incondicional. El picnic no pudo ser porque ese día estaba recuperando la consciencia, pero esa celebración de amor individual, majestuoso, es lo más crucial que he experimentado. Luego de la cirugía más delicada estaba viva por la gracia y obra de Cristo. 

Me perdí los chocolates, las fotos, los viajes, las promociones laborales. Por largos meses perdí mi resistencia física, mi masa muscular, mi habilidad de dormir. La recuperación fue tediosa, lenta y todo menos lineal. Pero encontré y re-definí un amor propio que desconocía. Ya no me afligen tonterías; ya no tengo la cabeza prensada de dudas ni desdicha. Al sacar mi tumor de 7 cm también sacaron todo lo que desde hace mucho debía apartar de mi vida. Volví a nacer.

Y como dijo mi adorada ex-colega, Ana Teresa Toro tras pasar por una tribulación de salud extrema:

"Romperse es un regalo, romperse el espíritu y la carne a la vez mucho más y los regalos solo tienen sentido si se comparten o cuanto menos se agradecen de verdad y yo tengo demasiasa gratitud, demasiada suerte, demasiadas ganas de que se sepa que hay belleza después del puñal."

Se trata de la belleza más sutil imaginable: la de tener pulso.